
¿Le da poder a los pequeños malos momentos?
Hay instantes que parecen transformar nuestras emociones en un cúmulo de protestas que cambian el día completo. Qué hacer frente a estas experiencias.
El abogado guatemalteco Roberto Cervantes escribió recientemente un libro llamado ¡Qué hueva! (pero igual, hagámosle ganas), una manera en que él explica cómo desde hace algún tiempo descubrió que había múltiples situaciones en su vida que le provocaban un sentimiento de frustración, molestia, enojo o profundo desagrado, emociones que todos llegamos a sentir en algún momento.
Por lo regular, terminaba en su cabeza con esa expresión que describe perfectamente cómo se sentía, dice, mientras habla de esta frase guatemalteca que se relaciona con la pereza o el cansancio de algo, que fue como tituló su libro.
“No es un libro de autoayuda ni superación personal, no hará descubrir la eterna juventud y mucho menos el estado de felicidad permanente, pero confrontará al lector con situaciones que probablemente le ha tocado vivir, o por el otro lado, que ha sido el protagonista de acciones que le han provocado una desgana descomunal a otros”, describe el autor.
Cervantes pone en evidencia estas frustraciones que ocurren en el diario vivir, en situaciones con familiares o personas complicadas, en el trabajo y otras situaciones cotidianas que nos hacen vivir o pasar malos momentos.
La idea del libro nació en medio de un fuerte congestionamiento vehicular, en un recorrido que con normalidad sería de 10 a 15 minutos y ese día se transformó en dos horas de larga espera.
En ese lapso vivió situaciones como pedir vía y recibir una negativa. “Al llegar a casa le dije a mi esposa necesito tranquilizarme porque vengo molesto”. Al sentarse en su escritorio empezó a pensar cómo serenarse y empezó a escribir su experiencia y vino a su mente lo que sintió por esperar y lo que pensó de quienes no piden vía y bloquen la intersección, así vinieron otras experiencias complicadas que todos viven a diario.
¿Qué hacer ante esto? Algunas respuestas vienen en este primer libro de Cervantes quien además tiene un posgrado de especialización en derecho, una maestría en educación, seminarios en el Disney Institute en Orlando y ha sido instructor por más de 15 años de Dale Carnegie, que promueve las relaciones humanas y la comunicación eficaz.
A la fecha ha dado más de mil conferencias y responde que a diario tenemos más pérdidas de las que imaginamos, “por ejemplo, se cree que el coaching tanatológico apoya cuando se pierde a un ser querido y aunque es cierto, estas herramientas también pueden utilizarse cuando se pierde la tranquilidad, el sueño, la pareja, entre otras múltiples pérdidas”, dice Cervantes.
El autor afirma que es una época para aplicar la resiliencia de la que tanto se habla actualmente y que es poco comprendida, pero hay que recuperarse y que aquello que nos pase no nos derrote, hay que volver a intentar una y otra vez. “Antes era muy fácil darse por vencido, ahora con la pandemia nos hemos vuelto más resistentes y luchadores, tenemos que hacer un esfuerzo adicional”, dice.
La resiliencia es una capacidad para prepararse, recuperarse y adaptarse ante el estrés, retos y adversidades, desde problemas familiares o de salud hasta traumas más grandes.
Para fomentarla es importante el autoconocimiento, fomentar el amor propio, así como tener un espacio de introspección para ir en busca de respuestas honestas y saber fijar límites.
Una decisión personal
La decisión de elegir ser felices es nuestra, aunque las circunstancias extremas no sean las que quisiéramos. “Para lograr esto es necesario poner en acción uno de los derechos humanos más valiosos, y con frecuencia olvidado, el libre albedrío. Esto significa usar la propia voluntad”, dice la psicóloga Elizabeth Caravantes, de Becoming Psychology Guatemala y Clínica Humanamente.
Por ello, es un control que implica tomar decisiones sobre uno mismo. Esto constituye una de las manifestaciones de la libertad. Por ello es vital ir aceptando y reconociendo que en ocasiones fallamos, que no somos perfectos.
Caravantes recomienda desarrollar y fortalecer capacidades para sobrellevar las circunstancias difíciles y obstáculos que el flujo natural de la vida trae de por sí. Se sugiere aprender a soportar los límites y las esperas. Y esto se logra hasta haber intentado varias veces y ver si continuamos con la misma actitud o hemos optado por una que nos dé mejores beneficios.
Cuando hay enojo
Caravantes comenta la importancia de reconocer que somos capaces de ser tolerantes a la frustración; a ese sentimiento de impotencia, de desilusión, decepción, tristeza e ira que se originan cuando queremos, pero no podemos. “Una persona que no tiene tolerancia a la frustración es débil, de carácter dependiente. Es aquella persona a quien se le dificulta hacerse de su propia vida”, agrega.
Las personas que no toleran la frustración sufren más porque cuando la vida no es como quieren no pueden soportarlo. Además, si no aprenden a gestionar emociones podrían caer en el odio hacia algo o alguien. Reaccionamos con el “derecho” que nos da la forma de pensar dirigida por la cólera hacia algo y es entonces cuando resolvemos de manera inapropiada.
Frente a esto, creemos que podemos ir a pegarle a alguien, a romper un vidrio o tener comportamientos violentos porque pensamos que estamos en el derecho de hacerlo. Se reacciona hostilmente y con un enojo malsano.